Nació en Lovingos (Segovia) el 16 de mayo de 1926. Muy joven ingresó en el seminario carmelita del Santuario de El Henar (Segovia). Cursó Humanidades, Filosofía y Teología en centros privados de la Orden del Carmen: Villareal de los Infantes (Castellón), Osuna (Sevilla), Onda (Castellón). Hizo la profesión, como carmelita el 8 de septiembre d e1942, la solemne el 15 de junio de 1947. Fue ordenado sacerdote el 18 de diciembre de 1948 en Segovia.
Estudió Filosofía y Letras en las universidades de Salamanca y Madrid, donde obtuvo la licenciatura con premio extraordinario (1957); obtuvo también la máxima calificación en el doctorado (1969).
Durante algunos años impartió clases en la universidad de Madrid y en un colegio de segunda enseñanza también en Madrid. Pasó varios lustros enseñando en el seminario de Ntra. Sra. de El Henar, simultaneando la labor docente con el apostolado en el Santuario del mismo nombre y en los medios rurales próximos. Fue prior en El Henar (1962-1965) y trabajó por la restauración del complejo. Se puso en contacto con los archivos de la vecina villa de Cuéllar y se interesó por la conservación y organización de su inmensa riqueza documental.
Trasladado a Madrid en 1981 ha ejercido el cargo de prior varios trienios en la casa de Pintor Ribera y ha sido consejero provincial. Como sacerdote ejerce su apostolado en la iglesia de monjas carmelitas de clausura del monasterio de Ntra. Sra. de las Maravillas de la c. Príncipe de Vergara.
Ha obtenido varios premios. En 1951 por su Ensayo bibliográfico sobre la Virgen del Carmen. En 1970 por su trabajo sobre Cuéllar y su partido; ambos inéditos. El premio nacional José María Quadrado en 1976 por su Historia de Cuéllar a la mejor historia local. El Ciudad de Salamanca del centro de Estudios salmantinos en 1976 por su estudio sobre el colegio de carmelitas. El Navarro Reverter, Lo rat penat, por su monografía sobre el convento del Carmen de Valencia.
Perteneciò a la Real Academia de la Historia y a la de San Quirce de Segovia, como miembro correspondiente. Es académico de mérito de la Academia de la Historia de Portugal, en cuyos archivos ha investigado casi durante un decenio. Fue parte del Instituto Carmelitano de Roma.
El 3 de noviembre de 2013 moría en Madrid, hospital de la Princesa, el Padre Balbino Velasco Bayón, carmelita del Santuario del Henar, aunque últimamente residente en Madrid.
Muy conocido en el ámbito cuellarano por haber escrito la Historia de Cuéllar y con ella haber despertado el sentir y el gusto por el pasado poniendo en valor el rico patrimonio histórico y cultural que abrazan los muros de esta conocida villa castellana.
Trazar el perfil de su personalidad no es tarea fácil. Aún no se ha calmado la conmoción de su pérdida y todo se pierde entre la niebla del recuerdo y el velo de los afectos. Estos son fragmentos de mi percepción del Padre Balbino, de su gran personalidad y su vasta obra. Sin duda será un relato transversal, subjetivo y condicionado por el tiempo de convivencia con él y la pertenencia a la misma orden religiosa.
BIOGRAFÍA
El P. Balbino nació en Lovingos, una pequeña aldea cerca de Cuéllar y perteneciente a dicho ayuntamiento. En 1937 ingresó en el Henar y en 1939 pasó al seminario carmelita de Villarreal (Castellón). En 1941 comenzó el noviciado en el Henar, recibiendo el nombre de Fray Bartolomé, nombre que usó hasta finales de los años 60. Hizo la profesión religiosa en la Orden del Carmen el 8 de septiembre de 1942. Estudió Filosofía y Teología en diversos centros de la orden, Osuna, Onda y Villarreal donde emitió la profesión solemne el 15 de julio de 1947. Fue ordenado sacerdote en Segovia el 18 de diciembre de 1948.
Hasta 1960 residió en Madrid donde fue cofundador del Colegio del Henar de la Calle Pintor Ribera de Madrid, al tiempo que hizo los estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, donde obtuvo la licenciatura en 1959. El 22 de febrero de 1969 expuso y defendió la tesis doctoral en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid, sección historia, obteniendo la nota de sobresaliente. La tesis versaba sobre la persona y obra del Venerable Padre Miguel de la Fuente, carmelita español del siglo XVII. La tesis fue editada en 1970 por el Institutum Carmelitanum de Roma, en la colección Vacare Deo, Volumen IV
Desde 1960 hasta 1981 residió en el Santuario del Henar donde ejerció diversas responsabilidades: profesor del seminario, prior, consejero provincial, participando asiduamente en el apostolado de la confesión y predicación de la zona y en la reestructuración de los espacios exteriores del Santuario.
En 1981 pasó a la casa de formación de Pintor Ribera. El trienio de 1987 a 1990 lo pasó en el Seminario Diocesano de Valladolid donde los carmelitas tenían un numeroso grupo de aspirantes que se formaban junto a los estudiantes del Seminario. Desde 1990 residió en el Convento de Pintor Ribera de Madrid combinando su trabajo de escritor con las tareas pastorales en la Iglesia de las carmelitas de Príncipe de Vergara.
EL HOMBRE
En el fondo conservó toda su vida ese privilegio del hombre sencillo, de pueblo llano, pechero diría él, con el barro reciente de su tierra en las botas, que la pátina de los estudios, títulos, ediciones y conocimientos nunca lograron apagar. Con ese cierto aire de distancia que da la sabiduría de la vida, a veces con la retranca castellana, analizaba los acontecimientos con la agilidad con la que sus dedos de historiador apasionado desentrañaban razones históricas para comprender hechos y sucesos. Cercano y amante de su origen, de su vocación religiosa y del Henar, donde había comenzado su andadura con los carmelitas en los años difíciles de la inmediata postguerra.
El Padre Balbino era la voz amable del Santuario que en fiestas y romerías se acercaba raudo a echar una mano. El dirigía desde el balcón principal con la potente megafonía el transcurrir del día con anuncios de los cultos o los avisos más dispares donde no era infrecuente la pérdida de algún niño en el tumulto de procesiones y peregrinos. Con voz cadenciosa a veces, otras enfervorizada, aclamaba la presencia de la imagen de la Virgen en las plazas fronteras del santuario, donde todo acababa con el canto solemne de la Salve como rito anual de purificación y reconciliación.
EL PROFESOR
Lo conocí en octubre de 1960 cuando vino a El Henar como profesor desde el Colegio que los Carmelitas tenían en la Calle Pintor Ribera de Madrid. Estábamos en tercero de bachillerato y se encargó de enseñarnos latín y el griego. Exigente como ningún otro profesor, paciente, constante, analítico. Cuando ingresé en la Universidad Gregoriana en el año 1967 para comenzar la Teología, aún se hacían las clases y los exámenes en latín, tuve conciencia del trabajo que había hecho el P. Balbino con nosotros con el latín y el griego en el Henar. El nivel de nuestra formación previa nos permitió seguir todo el ciclo de estudios hasta obtener la licencia en teología con cierto desahogo.
Preciso en el lenguaje, minucioso en la traducción, generoso en las notas donde veía esfuerzo y muy recto, tal vez demasiado, si notaba falta de interés o trabajo. Estricto en las exigencias académicas.
EL RELIGIOSO
En aquellos años nos llamaba la atención el gesto adusto y serio cuando en los actos de oración y coro se calaba la capucha del hábito hasta la sienes y la récita reposada y cadenciosa de los textos del breviario restallaban en el silencio monacal henarense. Piadoso y sensible, escuchaba paciente en la confesión y sus consejos sabían a aviso para navegantes que surcan los mares de la vida.
Respetuoso en la observancia de la normas de la vida religiosa, tal vez porque su experiencia en el estudio de la historia le convenció de que por ahí venían los males de las instituciones. Conocedor como pocos de la historia complicada de la reforma en la Orden del Carmen del siglo XVI, ha publicado numerosos estudios desde la otra perspectiva.
HERMANO DE HÁBITO
Esta es una expresión frecuente en los textos históricos que él manejaba para definir la relación de pertenencia a la misma orden. Con el P. Balbino he tenido la suerte de convivir y trabajar frecuentemente. Hombre de fácil convivencia, de disposición inmediata para cualquier favor y de dialogo fluido y ameno en la comunidad. Lo he tratado como alumno suyo, como hermano en la orden y como superior y siempre he tenido esa sensación agradable del hombre que nunca se sintió herido, ni probó más amarguras que las que la vida comporta, si acaso lágrimas furtivas por algún dolor amigo. Siempre con el gesto sereno de aceptarlo como parte de este juego existencial de trillar la vida cada día.
LA RESPONSABILIDAD
Revestido precozmente de esa sensación de tener que responder a los empeños que la vida le exigía, siempre apareció diligente en sus tareas. Su responsabilidad familiar atendiendo a su madre hasta una larga ancianidad fue un ejemplo para todos. Compartí con él la restauración del Santuario del Henar (1978-81) y durante ese tiempo viví con él la zozobra del desarrollo de tan complicado proyecto y sus desvelos gestionando hasta los pequeños detalles para llegar a un final satisfactorio.
Sensible especialmente con los temas de formación y estudios de los nuevos candidatos, siempre preconizaba la formación seria y profunda de la persona tanto moral, espiritual como académica.
EL HISTORIADOR
Para muchos, en especial en el entorno de Cuéllar, esta es la faceta principal por la que es conocido. Su libro “Historia de Cuéllar”, cuya primera edición apareció en 1974, es todo un clásico. Marcó el camino para los estudios futuros del pasado de villas y ciudades de acendrada historia pero escasos de material y organización de sus fondos archivísticos. Por ella le dieron el premio José María Quadrado de CSIC, 1976. El 29 de septiembre de 2013 presentaba el autor la quinta edición de esta misma obra, que a través de las varias ediciones ha sabido integrar en la historia de la villa todos el quehacer de los últimos años del siglo XX y principios del XXI de Cuéllar.
Meticuloso en su trabajo editorial, te invitaba a la caza de erratas en las pruebas de imprenta de sus muchos libros. Una metáfora que lo definiría: a veces a los investigadores de historia, archivos y bibliotecas se les compara con ratones de armario que todo lo buscan, el Padre Balbino era más una hormiguita que siempre volvía a casa con hojas, fotocopias, fotos o hallazgos históricos para tener tarea en el invierno de su vida. De esta forma su ancianidad se hizo aún más creadora dejándonos una amplia documentación, no solo lo editado, sino las numerosas cajas y carpetas que quedan por clasificar.
fonte: cronistasoficiales.com